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domingo, 11 de noviembre de 2012

Entendiendo la Psicomotricidad en la Infancia




La Psicomotricidad se ocupa del estudio y entendimiento de los fenómenos relacionados con el movimiento corporal y su desarrollo para abarcar todos los aspectos vinculados con el ser humano.

Para entender qué es la psicomotricidad es fundamental contemplar al hombre como un ser global que se expresa a través del cuerpo y el movimiento. Es una manera de concebir a la persona, de entender su expresividad como una unidad en la que confluyen aspectos motrices, cognitivos, sociales, afectivos y comunicativos, configurando la personalidad y permitiéndonos su compresión.

“Qué distinto es todo cuando existe la posibilidad de jugar”

Uno de los pilares principales de la psicomotricidad es que se respeta al usuario en su unidad; es decir, se acepta tal y como es. El niño asiste feliz a la sala, porque sabe que va a jugar.




El psicomotricista es el encargado de enseñar al niño a servirse de su propio cuerpo, de sus sentimientos y acciones.

Las dimensiones que abarca el psicomotricista son las siguientes:

       1. OBSERVACIÓN-EVALUACIÓN:

Todos los niños necesitan sentirse mirados y escuchados, es de gran importancia generar un vínculo afectivo-empático que cree confianza y seguridad para que el niño pueda explotar, es decir, sea él mismo.

  La cuestión que se presenta es cómo seleccionar herramientas útiles que ayuden al profesional a encontrar la claridad en el proceso y, como consecuencia, ayudar y posibilitar el desarrollo del niño. Sin lugar a dudas, una de estas herramientas es la observación.   

   En esta observación es fundamental que haya escucha, entendiendo por tal la capacidad de descentración del psicomotricista para poder situarse en el lugar del otro, para entender cómo se puede estar sintiendo cada niño, cuál puede ser el sentido de su expresión, y ofrecerle una respuesta que le ayude a evolucionar a partir de esa relación afectiva.   

   Por otro lado, cobra un papel muy importante para concretar la valoración previa al tratamiento, la evaluación, que se llevará a cabo a través de las diferentes pruebas existentes sobre las variables motrices, con el propósito de dar con un abordaje lo más acertado posible.

         2. EXPRESIVIDAD PSICOMOTRIZ: 

    En el trato con el niño hay que considerar una serie de parámetros que son los que determinan el tratamiento, es decir, es la información de la que parte el psicomotricista para llevar a cabo las sesiones.

     
     Estos parámetros son precisamente el estado del cuerpo ya que es el medio de expresión y de comunicación; por lo tanto, es a éste al que debemos observar; hablamos del lenguaje corporal (mirada, postura, respiración, lenguaje, tono y gesto), de la relación con el material, ocupación del espacio-tiempo como coordenadas dentro de las que se desarrolla la acción, y de la relación con los otros. 

 De este modo, el psicomotricista se ajusta a la actuación del niño por medio de la vía corporal y el lenguaje, respondiéndole según lo que recibe de él, su emoción, su necesidad, su disponibilidad, iniciándose así la comunicación.

 Para que se lleve a cabo dicha comunicación, el profesional debe ser consciente de los diferentes mediadores de comunicación de que dispone, para utilizarlos de manera ajustada en la relación.

     Los mediadores de comunicación más relevantes son:

 - El gesto: que acompaña, prolonga o completa el gesto del otro. Cabe destacar el papel de la imitación en el comportamiento espontáneo de los niños entre ellos; imitar el gesto del niño es entrar en acuerdo corporal con él, permitirle entrar simbólicamente en el cuerpo del profesional, supone una primera comunicación de aceptación, de identificación o de fusión. El psicomotricista aprende a ralentizar sus gestos, los convierte en un lenguaje que acoge las producciones del niño, haciendo de espejo frente a sus emociones. 

       - La mímica: expresión motriz del rostro y el cuerpo en sus actitudes –de abandono, de seducción, de repliegue, de apertura, de defensa–.

 - La voz: es el mediador. A través de la voz o del lenguaje, se realiza una penetración simbólica del otro. Con la voz y los sonidos, se puede encuadrar y acompañar la actividad del niño.

    La mirada: es también un medio de «penetrar» en el otro. El encuentro de la mirada es una de las comunicaciones más profundas que se pueden establecer; permite al niño conocer cosas externas al cuerpo de manera inmediata y global, pudiendo anticipar lo que puede suceder a otros niveles, y decidir el comportamiento a adoptar en los encuentros con los objetos o personas que se relacionan con él.

La dimensión de la mirada se articula a través de tres ejes: ver, ser visto y verse: «Ver» el espacio, los objetos, los otros; acciones en que el ojo cae sobre el cuerpo o la acción. Ver quiere decir hacer, crear, existir, pero también destruir, devorar, volatilizar. «Ser visto», observado por, donde el ojo es vivido como crítico, tolerante, complaciente, valorizante, etc. Ser visto quiere decir conversación, existencia, reconstitución. «Verse» en el espejo, en el otro, dentro de sí, donde el otro se convierte en espejo de la propia existencia.

A cada modalidad de ver en distintos momentos y situaciones corresponde toda una serie de expresiones de las emociones. Según las emociones, los sentimientos y la intención, se mira de manera distinta al niño: mirada fija, perdida, de través, al aire, hacia la tierra, huidiza, con el rabillo del ojo, etc.

      3. El JUEGO COMO ESTRATEGIA DE INTERVENCIÓN:

  El psicomotricista interviene en la sala como un compañero «simbólico» que se inscribe en el juego del niño con la finalidad de favorecer su desarrollo. Entrar en el juego del niño supone situarse en otro lugar a veces desconocido para los profesionales, supone entrar en el juego del niño como un compañero más, donde la relación es más fluida y menos desigual, donde se pierde el poder de enseñar para entrar en el poder de comunicar, de responder, de entrar y salir cuando ya no se hace necesaria la presencia. Hablamos de acompañar al niño durante su desarrollo.


La formación del psicomotricista debe prepararle para jugar el juego simbólico del otro, para utilizar a lo largo de la dinámica de la sesión diferentes estrategias que le ayuden a facilitar su autonomía. 

“El niño que no juega no es niño”



Dentro de las estrategias de intervención en el juego contamos con: 


   - La colaboración y el acuerdo que asumen niño y psicomotricista cuando juegan juntos a montar un espacio, a desempeñar un papel, a recoger y organizar el material, etc. Esta capacidad de colaborar requiere que haya una aceptación y comprensión del deseo del otro.

    - La sorpresa, en la mirada, en los gestos, en la voz, con los objetos… es una de las estrategias que el psicomotricista desarrolla cuando entra en relación con el niño. La sorpresa supone que se descubre algo que no se conocía, un lugar que ha conquistado el niño, una relación, un tipo de juego, una mirada…, supone que provoca en el profesional un sentimiento que generalmente refuerza o inhibe al niño, en su disposición a la acción.

    - La afirmación puede ser gestual, verbal, o incluso con la mirada. A veces vale un gesto, un asentimiento con el rostro o una palabra para reforzar comportamientos en el niño que se consideran adecuados para su desarrollo motriz, afectivo o cognitivo.

    - El refuerzo se entiende como aquellas acciones de ofrecer ayuda corporal o verbal, para conseguir que los niños realicen determinadas acciones. A veces, es completar una frase que dice el niño, otras, ayudarle a subir su trasero para que pueda trepar por las espalderas, o completar su secuencia de juego simbólico para que pueda conectarse con otras secuencias u otros compañeros.

    - La invitación, con un gesto, con una mirada o con el lenguaje, se puede hacer necesaria en momentos en los que el niño no se le da el permiso de jugar. En ocasiones, para jugar con determinadas personas hay invitarlas a venir porque así sienten que tienen el permiso; igual con los niños en la propia sala.

  - La provocación es también una forma de invitación, una manera de favorecer que el niño entre en dinámicas de acercamiento al psicomotricista, al espacio o a los otros. También se puede utilizar la provocación para encontrar una respuesta agresiva del otro, que en algunos niños se hace necesaria como medio de acercamiento, de descarga de tensiones, como medio de afirmación, de elaboración de conflictos, etc.

    - La contención puede ser una respuesta muy agradable o muy frustrante para el niño. Como su nombre indica, significa poner límites, contener la expresividad del niño. Ante los comportamientos hiperactivos, las frecuentes llamadas de tipo agresivo o la necesidad de parar una determinada actividad, la contención puede ser una estrategia de buen resultado. Es fundamental para ello, que el psicomotricista entienda la demanda del niño como una necesidad de límites, manteniendo la seguridad y a veces conteniendo la rabia y la impulsividad del niño de forma clara y afectiva. A modo de símil, la contención podría ser el resultado de un abrazo necesitado que no fue recibido. Tener a una persona que le sujeta, que tiene fuerza para pararlo, para mantenerlo sin que se pierda, con calidez, puede ser para muchos niños una referencia de seguridad que les ayude a crecer.

    - La frustración, al igual que la contención, puede dar seguridad al niño. Para progresar, para autorregular el comportamiento, es necesario aprender que existen límites en el deseo de cada uno. La posibilidad de frustrarse, de asumir dicha frustración, ayuda a crecer y a ser más tolerante en la vida. En la sala, el psicomotricista utiliza la frustración para romper actividades estereotipadas y repetitivas, y provocar reacciones de respuesta en los niños; eliminando ciertos materiales de la sala, poniendo límites a sus juegos, no respondiendo al deseo del niño, etc. Hay que tener cuidado en este sentido.

     - La imitación es un juego de identificación al que recurren los niños desde muy pequeños (alrededor de los tres meses se producen los primeros juegos de imitación), y que se emplean durante toda la vida. Imitar significa reconocer que “yo tengo y/o hago algo similar a ti, y por tanto, me identifico contigo, me veo en ti”. Se imitan a aquellas personas o situaciones que son importantes en la vida. Para el niño, verse imitado por el psicomotricista significa la posibilidad de verse identificado, de tomar consciencia de su ser y su estar; también significa ser alguien importante, digno de imitar por el otro. Es por ello una estrategia muy interesante a utilizar en las sesiones como medio de relación con el niño, imitando sus movimientos, sus gestos o sus juegos.

    - La afectividad supone en este trabajo la base de todas las relaciones que se mantienen en la sala. Cuando existen límites y frustraciones, y también cuando hay sonrisas y abrazos, se da lugar un encuentro afectivo entre el niño y el adulto. Un encuentro que, dependiendo de su calidad y ajuste, podrá favorecer que el niño se sienta más satisfecho emocionalmente y pueda continuar su desarrollo.

    - Favorecer la autonomía del niño es uno de los objetivos que busca la psicomotricidad. Implica tomar decisiones en la intervención, para conseguir que el niño aprenda a ser dueño de sus actos, a decidir, a resolver sus conflictos, a hablar, a pensar y a jugar por sí mismo, entendiendo que se mueve en una edad del desarrollo, donde la dependencia del adulto y de sus iguales es sinónimo del crecimiento. Aunque se fomente el hecho de valerse por sí mismo, se debe seguir respondiendo a sus necesidades en el momento oportuno. La autonomía es algo que se construye desde dentro, y que por tanto es más una respuesta del niño hacia su entorno, cuando están cubiertas sus necesidades –necesidad de afecto, de límites, de frustración– que una reacción de respuesta a una relación.

   - Mantener la seguridad del grupo a lo largo de la sesión, es una tarea a veces compleja para el psicomotricista. Es importante buscar también dentro de esta estrategia de juego, la autonomía del niño en ese aspecto de modo que progresivamente se habitúe a resolver sus conflictos sin la mediación del adulto que le diga lo que debe o no debe hacer.

    - Las reglas en la sala se hacen conocer de una forma firme y progresiva, haciendo comprender al niño la necesidad de respetar el espacio, los materiales y no hacer daño a los compañeros. El psicomotricista, por tanto, significa la ley para el niño, de forma clara pero no rígida. En algunas ocasiones, la transgresión de la ley puede tener un sentido comunicativo para el profesional, quien puede observar si se produce una llamada de atención, un acto impulsivo, o un deseo de afirmación, siendo por ello flexible en función de la necesidad del niño el hacer omiso cumplimiento de la norma o no.
      
            EJEMPLO DE GUÍA DE EVALUACIÓN DEL PSICOMOTRICISTA:




     Es espectacular cómo a través del movimiento y el juego, la psicomotricidad, consigue alcanzar aspectos tan complejos como el ser y la felicidad de un niño.




"Yo creo en el niño. Yo creo en la forma original de ser del niño. Yo creo en el educador que respeta esa originalidad y que favorece su evolución. Yo creo en el educador que coloca al niño en el centro del dispositivo educativo. Creer en el niño es, en primer lugar, ofrecerle el afecto, la ternura y un marco de acción lo más regular posible , con el fin de apoyar un sentimiento de seguridad, necesario para el desarrollo de todas sus funciones" (B. Aucouturier)

Bibliografía:

1. Sánchez Rodríguez. J. y Llinares Llorca. M. "El rol del psicomotricista" [en línea]. 2008 abr - [citado 2012/oct/19]. Disponible en http://www.aufop.com/aufop/uploaded_files/articulos/1217114265.pdf

2. Aucouturier. B. "La Práctica Psicomotriz" [en línea]. Francia. [citado 2012/oct/19]. Disponible en http://www.miescuelaydeporte.org/recursos/La_practica_Psicomotriz.pdf


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